Brasil: ¿El Estado y los poderes fácticos empiezan a abandonar a Bolsonaro? | Opinión

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Una cartelera con una pintada sobre la imagen de Bolsonaro, el 27 de marzo en Pernambuco.LEO MALAFAIA / AFP

La popularidad del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, en las redes sociales es la más baja desde su elección, según la agencia de análisis de datos MAP. De 1,4 millones de publicaciones que mencionan a Bolsonaro, solo un 10,8% son positivas. Y la proporción de brasileños que está a favor de la vacuna ha subido al 86% a pesar de la campaña del mandatario para desanimar a la gente frente a la inmunización.

Y al final también las instituciones del Estado, el Congreso, el Superemo Tribunal Federal, la mayoría de los gobernadores, economistas, empresarios y el mercado se dieron cuenta de la gravísima situación sanitaria que sufre el país y decidieron poner en marcha lo que podría llamarse un impeachment virtual contra el presidente con la creación de una comisión encargada de controlar la pandemia. De ese modo, prácticamente Bolsonaro ya no tiene el control de la salud, que es lo más urgente en este momento. De seguir en sus manos, la crisis sanitaria azuzada por su negacionismo tozudo hubiera podido llevar a una catástrofe nacional y a un enfrentamiento popular.

De este modo Bolsonaro queda en la práctica fuera de la gestión de la salud. Sigue siendo un presidente en funciones pero bajo control. Su último discurso a la nación, emitido tres veces, fue patético y acompañado por el mayor panelazo sufrido hasta ahora acompañado de gritos desde las ventanas de asesino y genocida.

Su discurso en el que se presentó como el mayor defensor de la vacuna fue tan desastroso que le detectaron hasta 14 mentiras si se comparaba con todas sus declaraciones anteriores de burla de la pandemia, de los muertos y la vacuna de la que decía que quienes la tomaran, si eran hombres podían convertirse en yacarés y a la mujeres les crecería la barba. Y anticipó que él no se vacunaría.

El que tantas veces amenazó con golpes militares no sabemos si se ha dado cuenta de que quien ha sido objeto de lo que podría llamarse un golpe blanco parlamentario apoyado por todas las otras instituciones del Estado y de los llamados poderes fácticos ha sido él.

Para Brasil es en efecto un bochorno constatar la imagen negativa que en este momento tiene el país en el mundo. Los medios de comunicación extranjeros, radio, televisión y periódicos están calificando a Brasil como “el peor país del mundo”. Leyendo esos relatos Brasil recuerda las ciudades de la Edad Media castigadas con la peste de las que todos huían.

Los medios de comunicación extranjeros recogen de boca de médicos y enfermeras escenas dramáticas como la del paciente que ante la falta de anestésico tuvieron que atarlo a la cama para poder entubarlo. O a los que tenían que bombear pulmones manualmente con válvulas de silicona. O el de médicos y enfermeras atormentados durante el sueño al saber que al día siguiente tendrían que escoger a quien salvar y a quien dejar morir.

La escena de una hija abrazada en llanto a su madre que había sido escogida par dejarla morir es desgarrador. Y así miles de dramas que hielan el alma. Y lo que es más importante y significativo es que ese golpe blanco contra el presidente ha sido llevado a cabo bajo el total silencio de las fuerzas del Ejército, incluso de las que participan directamente de su Gobierno.

Han mantenido silencio incluso ante el acoso que ha sufrido en el Senado, Ernesto Araujo, uno de los ministros de más peso del Gobierno, el de Asuntos exteriores, encargado de representar al país ante las otras naciones del mundo. Hubo hasta senadores que le pidieron a gritos que dimitiera de su cargo, puesto que se ha revelado incapaz de su importante misión y está creando a Brasil graves problemas con las grandes potencias mundiales.

Todas las instituciones que parecían anestesiadas por el mito fascista incapaces de reaccionar ante el genocidio que sufría el país parecen Phaberse despertado para decir “¡Ahora basta!” y han encontrado la fórmula para detener al presidente que parecía insensible al dolor de la nación y a la crisis económica que está castigando severamente a los más pobres con una inflación galopante que les lleva hasta sufrir la falta de alimentos para sus hijos.

Habrá que ver las próximas semanas si Bolsonaro ha entendido que ha sido colocado al margen fuera del mando de la pandemia y cuál será su reacción. Si intentará revelarse habrá que ver como podrán reaccionar las fuerzas que lo han arrinconado. Por lo pronto hasta su pupilo, el presidente del Congreso Arthur Lira, ya ha dado a entender que sobre el impeachment parlamentario, para apartarlo del poder, existen más de 50 peticiones que pueden desempolvads en cualquier momento.

Es una señal clara que los hasta ahora más cercanos al presidente han visto que su nave empieza a naufragar y piensan ya en abandonarla por miedo a morir políticamente con él. Todo hace creer que la situación de liderazgo del país ha entrado en plena crisis nacional e internacional y que hasta quienes protegían a Bolsonaro, muchas veces por motivos de interés personal, empiezan a distanciarse de él.

Queda ahora la incógnita de cómo podrá reaccionar el ala más extremista ideológica del bolsonarismo al ver a su mito convertido en rehén de las otras instituciones. De cualquier modo tendrán que entender que su ídolo está perdiendo su batalla y que los otros poderes han perdido el miedo en el que parecían atrapados.

Las próximas decisiones serán clave para el bolsonarismo de raíz y violento. De cualquier modo no podrán dejar de ver que su mito ha empezado a nadar en aguas amargas y peligrosas. Y lo que es más grave para ellos es que los militares no parecen dispuestos a entrar en guerra para salvar al capitán del que quizás ellos mismos deseen salvarse antes que caigan sobre sus espaldas las locuras del que hoy se siente su jefe ante el que todo el ejército debería arrodillarse.

¿O habrá aún algunas otras sorpresas? Brasil parece estar al borde de un volcán en erupción que amenaza con devorarlo. Y mientras tanto las víctimas de la pandemia crecen cada día y la gente muere sola, abandonada y asfixiada en los pasillos de los hospitales. Y ello en un país que cuenta con unos de los mejores sistemas sanitarios públicos del mundo y es especialista en campañas de vacunación gratuitas. Lo que está envenenando al país es la incuria política que hasta ayer parecía anestesiada.

La luz quizás empieza a aparecer. Y es ese el sueño de los 220 millones de brasileños que esperan ansiosos la llegada de la vacuna que había sido paralizada por las malditas intrigas políticas e ideológicas.