¿De qué manera afectan las adicciones a la salud mental?

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Las adicciones son un grupo de enfermedades crónicas que impactan en el cerebro y el comportamiento de las personas, creando una necesidad imperiosa de consumir una sustancia o participar en una actividad de manera compulsiva, a pesar de sus efectos negativos. Múltiples investigaciones científicas indican que la adicción no es simplemente una falta de autocontrol, sino una enfermedad neurobiológica influenciada por elementos genéticos, psicológicos, sociales y ambientales. Algunas de las adicciones más frecuentes incluyen la dependencia al alcohol, tabaco, sustancias ilegales, medicamentos psicotrópicos y comportamientos como el juego problemático, el uso excesivo de internet, videojuegos, sexo o compras impulsivas.

El ciclo adictivo suele caracterizarse por la búsqueda inicial de placer, seguida por una pérdida progresiva del control, desarrollo de tolerancia (necesidad de incrementar la dosis o la frecuencia para sentir los mismos efectos) y síndrome de abstinencia (malestar o sufrimiento físico y emocional ante la ausencia de la sustancia o actividad).

Factores de riesgo y vulnerabilidad

Existen diferentes factores que pueden aumentar la vulnerabilidad de una persona para desarrollar una adicción. Entre los factores biológicos se hallan la predisposición genética, alteraciones neuroquímicas y trastornos de personalidad. Los factores psicológicos incluyen la baja autoestima, la impulsividad, dificultades para gestionar emociones y antecedentes de traumas o abuso. El entorno familiar y social también cumple un papel fundamental: crecer en ambientes donde el consumo de sustancias es normalizado o existe la ausencia de redes de apoyo incrementa el riesgo significativamente.

Un informe de la Organización Mundial de la Salud señala que la prevalencia de adicciones también depende de factores culturales y económicos, evidenciándose tasas más altas de consumo problemático en poblaciones que enfrentan pobreza, desempleo o discriminación.

Consecuencias de las adicciones en el bienestar emocional

El vínculo entre adicción y salud mental es estrecho y bidireccional. Las personas con problemas de salud mental -como depresión, ansiedad o trastorno bipolar- presentan mayor probabilidad de desarrollar adicciones, y a su vez, el consumo de sustancias o la conducta adictiva exacerba los trastornos psicológicos preexistentes o genera nuevas manifestaciones clínicas.

Un ejemplo es que el consumo de bebidas alcohólicas puede intensificar síntomas de ansiedad o depresión, mientras que el uso excesivo de estimulantes puede provocar episodios psicóticos. La dependencia también debilita las habilidades de afrontamiento, afecta negativamente las relaciones familiares y sociales y disminuye considerablemente la calidad de vida. Varios estudios indican que hasta un 60% de los individuos con adicciones tienen al menos un trastorno mental asociado, un fenómeno llamado comorbilidad dual.

En situaciones de adicciones conductuales, tales como el juego compulsivo o la utilización excesiva de redes sociales, se presentan consecuencias parecidas: aislamiento, cambios en el estado de ánimo, pensamientos intrusivos y una notable reducción de la autoestima. Estos efectos se intensifican cuando la persona tiene dificultades para identificar el problema o buscar asistencia profesional.

Repercusiones físicas, psicológicas y sociales

Las adicciones generan múltiples perjuicios físicos que dependen del tipo de sustancia o comportamiento: enfermedades del corazón, daños en el hígado, infecciones, cambios en el sistema nervioso y disminución de las capacidades cognitivas, entre otros. El consumo excesivo de alcohol puede llevar a encefalopatía hepática, mientras que la adicción al tabaco se asocia directamente con el cáncer de pulmón y trastornos respiratorios crónicos.

Desde la perspectiva psicológica, la adicción erosiona la percepción de control y autoeficacia. Muchos pacientes refieren sentimientos de culpa, vergüenza y desesperanza. La presencia de síntomas de abstinencia -ansiedad, irritabilidad, insomnio, pensamientos delirantes o comportamiento violento- complican la recuperación y pueden llevar a recaídas frecuentes.

Dentro del entorno social, las repercusiones abarcan la degradación de las relaciones personales, el desempleo, inconvenientes legales y la exclusión social. El estigma vinculado a la adicción y a la salud mental aumenta la marginación, complicando el acceso a tratamientos y ralentizando el proceso de reintegración social.

Tácticas de prevención y tratamiento

Prevenir las adicciones y mitigar su impacto en la salud mental requiere de un abordaje integral que contemple la información, la sensibilización y el fortalecimiento de factores de protección en la infancia y adolescencia. Las intervenciones psicoeducativas, la detección temprana y el acompañamiento familiar son pilares fundamentales.

El abordaje para las adicciones normalmente incluye una mezcla de terapia psicológica (ya sea individual, en grupo o familiar), intervención psiquiátrica y, en algunas ocasiones, la administración de medicamentos para manejar los síntomas relacionados o el síndrome de abstinencia. Los métodos de atención más eficaces son aquellos que se ajustan a las necesidades personales, dando prioridad a la continuidad del cuidado y al seguimiento después del tratamiento, ya que las recaídas forman parte del proceso.

Experiencias exitosas demuestran el valor de grupos de autoayuda, como lo son Alcohólicos Anónimos o asociaciones para adicciones sin sustancia, así como la inclusión de programas ocupacionales y deportivos para reconstruir la autoestima y promover hábitos de vida saludables.

El camino hacia el bienestar

Entender las adicciones como enfermedades con múltiples dimensiones ayuda a eliminar prejuicios y a fomentar el acceso a servicios de salud mental adecuados. Identificar la complejidad de las causas, síntomas e impactos en la vida diaria facilita un enfoque centrado en la persona y su entorno social. Además de la recuperación médica, es crucial apostar por estrategias que resalten la prevención, la resiliencia y el apoyo constante, promoviendo una sociedad que no penalice la vulnerabilidad, sino que brinde oportunidades genuinas para la transformación tanto personal como colectiva.