La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha sido un actor fundamental en la dinámica de seguridad internacional desde su fundación en 1949. Conformada inicialmente por doce países y expandida hoy a treinta y dos miembros, esta alianza militar ha evolucionado significativamente para responder a los retos contemporáneos, posicionándose como uno de los principales referentes en la gestión de conflictos modernos. Su papel en los conflictos actuales resulta complejo y multifacético, adaptándose tanto a amenazas convencionales como a fenómenos emergentes de la seguridad internacional.
Transformación de la OTAN después de la Guerra Fría
El término de la Guerra Fría significó un cambio significativo para la OTAN. Por muchos años, su meta principal fue la disuasión contra la Unión Soviética. No obstante, la disolución del bloque oriental obligó a la Alianza a replantear sus propósitos estratégicos. Desde los años noventa, la OTAN participó en conflictos más allá del ámbito tradicional de sus países miembros, extendiendo su alcance a misiones de estabilización, intervenciones humanitarias y labores de reconstrucción tras conflictos. Un ejemplo de esto es su participación en los Balcanes, donde lideró importantes operaciones en Bosnia y Herzegovina y Kosovo, estableciendo precedentes sobre la «responsabilidad de proteger».
OTAN y el conflicto en Ucrania: disuasión y apoyo
Uno de los actuales focos de tensión es el conflicto en Ucrania, que desde 2014 desafía la seguridad y el equilibrio de Europa del Este. La anexión de Crimea por parte de la Federación Rusa y el apoyo a los movimientos separatistas en el este ucraniano motivaron una profunda revisión de la estrategia de la OTAN. Desde entonces, la Alianza ha incrementado su presencia en el flanco oriental, desplegando fuerzas multinacionales en Polonia y los Estados bálticos bajo el concepto de “presencia avanzada reforzada”. Este despliegue se complementa con ejercicios militares conjuntos, modernización de capacidades defensivas y una intensa cooperación en ciberseguridad.
En el contexto de la invasión rusa de febrero de 2022, la OTAN ha desempeñado un papel central en la coordinación de asistencia militar, logística y humanitaria para Ucrania, aunque sin implicarse directamente en el combate. Desde 2022, más de un centenar de misiones de apoyo, donaciones de armamento y entrenamiento militar a las fuerzas ucranianas han sido canalizadas a través de los miembros de la Alianza, fortaleciendo la resistencia de Kiev sin comprometer una participación armada directa que pudiera desencadenar una confrontación global.
El papel de la OTAN frente a amenazas híbridas y cibernéticas
El carácter de los conflictos modernos supera lo estrictamente militar. Las amenazas híbridas, que combinan ciberataques, desinformación, presión económica y acciones encubiertas, han obligado a la OTAN a expandir su visión y capacidades defensivas. En 2016, la Alianza reconoció el ciberespacio como un “dominio operacional”, invirtiendo recursos sustanciales en la prevención y gestión de ciberataques contra sistemas críticos de comunicaciones, defensa y energía, tanto de sus miembros como de Estados socios.
Por ejemplo, en 2017, la OTAN puso en funcionamiento su Centro de Excelencia en Ciberdefensa en Tallin, Estonia, lo cual fue crucial para hacer frente a ataques significativos como el ransomware NotPetya. Asimismo, se han impulsado redes de intercambio de inteligencia y estudios sobre desinformación para combatir campañas que buscan desestabilizar elecciones y procesos políticos, algo que se ha observado en las elecciones de Estados Unidos y varios países europeos.
Intervenciones en otras regiones: el caso de Afganistán
La misión de la OTAN en Afganistán, bajo el liderazgo de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad), es considerada uno de los despliegues más largos y complejos en la historia de la entidad. Desde 2001 hasta 2021, alrededor de 50 naciones colaboraron en operaciones de estabilización, lucha contra el terrorismo y reconstrucción institucional. La retirada final en agosto de 2021 dejó importantes lecciones sobre los límites de las intervenciones internacionales y la dificultad de establecer Estados funcionales en entornos de fragmentación étnica, corrupción y presión insurgente. La experiencia en Afganistán ha impulsado profundas revisiones doctrinales dentro de la Alianza, favoreciendo misiones de seguridad cooperativa y formación en lugar de intervenciones de gran envergadura.
La OTAN frente a la rivalidad estratégica mundial
La competencia entre las principales potencias, en particular Estados Unidos, la Federación Rusa y la República Popular China, ha modificado las prioridades de la OTAN. Con el crecimiento de China como una potencia mundial, la Organización ha incrementado su enfoque en el Indo-Pacífico y en la seguridad en los océanos, desarrollando relaciones de cooperación con Australia, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda. Asimismo, se han fortalecido las capacidades de defensa aérea y disuasión, reforzando el artículo 5 del Tratado de Washington como pilar de la seguridad compartida.
Las cumbres recientes han reflejado la emergencia de tecnologías disruptivas -como la inteligencia artificial y los sistemas hipersónicos-, la carrera espacial y los riesgos medioambientales como componentes básicos de la estrategia aliada. La OTAN también ha redoblado esfuerzos para mantener la cohesión interna, ante tensiones por divergencias políticas, cargas presupuestarias y percepciones nacionales sobre amenazas prioritarias.
El protagonismo actual de la Alianza
La OTAN enfrenta el desafío de unificar intenciones en un entorno mundial caracterizado por la división política, los retos tecnológicos y la interconexión de amenazas tanto militares como no convencionales. Su habilidad para ajustarse y reaccionar de manera efectiva ante conflictos tan variados como los de Ucrania, Afganistán o las amenazas híbridas, así como prever nuevas fuentes de inestabilidad, reafirma la relevancia de su estructura y dinámica de trabajo en conjunto. De esta manera, la Alianza se establece como un participante esencial en la gestión de la seguridad global, promoviendo la colaboración, la prevención y la capacidad de recuperación ante escenarios cambiantes y complejos que definen el siglo XXI.