Venezuela: Vacunas y sanciones: las mentiras de Maduro | Opinión

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El presidente venezolano, Nicolás Maduro, en un acto de Gobierno con militares, el pasado 25 de marzo, en Caracas.MIRAFLORES / EFE/ MIRAFLORES

Nicolás Maduro llamó “armas biólogicas de Iván Duque” a los refugiados venezolanos que, desde Colombia, apenas comenzada la pandemia y derrotados por las vicisitudes, decidieron regresar en masa a su país el año pasado.

Los “albergues” destinados para que los más de 160.000 retornados cumpliesen cuarentena preventiva resultaron ser pocilgas insalubres en las que se encerró a familias enteras de infelices desplazados. Sin mediar prueba clínica alguna se les presumió contagiados y el trato degradante que recibieron fue el castigo por haber alguna vez huído del socialismo del siglo XXI. El infernal régimen interno de esas zahúrdas era el mismo de nuestras infames prisiones.

Sin supervisión médica, sin agua corriente ni servicios sanitarios, hacerse de alimento y medicinas para sus hijos los forzó a someterse a extorsiones de todo tipo, incluyendo las sexuales, a cambio de ser “dados de alta” como asintomáticos con la misma ligereza epidemiológica con que fueron internados. Decenas de miles de desplazados fueron de ese modo secuestrados por la proterva Guardia Nacional hace poco menos de un año. El resto de la población no recibe un trato diferente.

Un muy autorizado estudio de condiciones de vida, coordinado por la Universidad Católica Andrés Bello y dado a conocer el año pasado, asienta que el 96.2% de los venezolanos son pobres en algún grado y el 79.3% se halla inmerso en la pobreza extrema.

De acuerdo a otro estudio, citado por la Fundación Petróleo por Venezuela, el país figura en el puesto 176 de un grupo de 195 naciones evaluadas en términos de su capacidad para afrontar brotes epidémicos.

Luego de dos décadas de socialismo bolivariano y despecho de los erráticos, aunque muy publicitados, programas de atención primaria en el barrio, adelantados con Cuba a un costo de milles de millones de dólares, Venezuela, con 28 millones de habitantes –se calcula que casi 6 millones han dejado el país desde 2017—, cuenta con menos de una cama hospitalaria ( 0.8) por cada mil habitantes, en tanto que el promedio latinoamericano es de 2.2 y el mundial pasa de tres camas por mil.

Tal grado de indefensión, sin embargo, no ha atemperado la arrogancia con que Maduro propala cada noche colosales mentiras en cadena televisada mientras la pandemia hace estragos ya inocultables entre la población.

Las mentiras no se limitan a cifras que pretenden acreditar un manejo inverosímilmente exitoso de la emergencia. Las cifras de Maduro hablan de unos 155.000 contagios y poco más de 1500 decesos desde que comenzó la emergencia. Diversos observatorios, sin embargo, entre ellos Human Rights Wacth, han refutado convincentemente esas cifras.

Mientras las naciones de la región, muy encomiablemente Chile y Uruguay, avanzan con sus planes de vacunación, en Venezuela no ha arrancado aún campaña alguna digna de ese nombre.

La desvergüenza con que Maduro anunció la llegada de un lote de vacunas rusas, destinadas privilegiadamente a él, su esposa y los caimacanes militares y del PSUV dizque por hallarse todos en primera línea de combate contra el virus, indignó a los venezolanos. El vicario de Hugo Chávez en la Tierra no cesa de insultar la inteligencia de sus compatriotas mientras se calcula que la comunidad médica y el cuerpo de sanitario del país han perdido en un año el 25% de su recurso humano.

Maduro alaba un cocimiento de aceite de culebra salido de un laboratorio de garaje manejado por protegidos suyos como quien presenta el bálsamo de Fierabrás que vencerá a la covid-19. Facebook suspendió la cuenta de Maduro por ese anuncio engañoso. Un trabajo periodístico de Florantonia Singer, publicado en este diario, da cuenta de la criminal charlatanería de esos “remedios” que solo encubren negocios.

En las últimas dos semanas se ha registrado en Venezuela un alza significativa de las muertes causadas por el virus que ninguna martingala comunicacional del régimen puede ya minimizar. Pese a ello, Maduro se da el lujo de rechazar un lote considerable –12 millones de dosis—de la vacuna Aztra Seneca asignada a Venezuela en virtud de la iniciativa Covax de la OMS.

Maduro arguye que la vacuna, cuestionada hasta hace poco por la Unión Europea, no se aviene a los estándares venezolanos. Y prefiere aplazar la campaña de vacunación masiva ¡hasta junio!, cuando presuntamente llegará a Venezuela una milagrosa vacuna cubana todavía en fase de pruebas. Las unidades de cuidado intensivo venezolanas colapsaron a mediados de la semana pasada en medio de una alarmante ola de fallecimientos en todos el país.

Al parecer, la vacuna agenciada por Covax iba a ser pagada con recursos venezolanos en el exterior intervenidos por las sanciones de Estados Unidos y descongelados a pedido de la “presidencia opositora” de Juan Guaidó.

Esto último como parte de un trabajoso acuerdo humanitario entre el régimen y el “interinato de Leopoldo López”. El acuerdo habría sido alcanzado en octubre pasado.

Maduro culpa de su iliquidez a las sanciones gringas y ofrece pagar la vacuna “con petróleo”, “sin mendigar”. Invoca como ejemplo el programa de petróleo por alimentos que permitió a Saddam Hussein sortear sanciones en los años 90. En cualquier caso, no permitirá que la oposición se acredite el logro de un acuerdo humanitario.