Letras de la segunda categoría |  Televisión

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Estoy tan sorprendida que la hizo reír cuando Jon Stewart se volvió loco mirando al hombre que estaba a punto de morir. El presentador de los aclamados. el show diario —un referente para tantas cosas que no están en esta columna, aunque no puedo resistirme a citar una: hablaremos de John Oliver, la persona que mencionó anteriormente la semana pasada esta noche garantiza el mejor medio ahora en televisión esta semana -ha pasado por nuevos años de ausencia para cubrir la carrera electoral estatal y ni se lo ha soñado, aunque hubiera podido tenerlo, por los datos de Trump en las primarias, fue olvidado porque el día anterior se había equivocado en el perro Mestolo. Stewart contó cómo lo conoció: durante una década él y sus hijos participaron en la recaudación de fondos para un refugio de animales y al final del día alguien les presentó a un precioso pitbull tacaño que había perdido una pata tras recibir un disparo. Fue amor a primera vista. “En un mundo de buenos, tú eras el mejor”, le digo sin contener el grito. Es un dolor difícil de compartir, lo sé bien, miro el clip en la sala de espera del veterinario, luego de que durante una visita supuestamente rutinaria a mi gato Pachín le diagnosticara linfoma, y ​​las cartas de Stewart se mezclaban con lo que tenía contenido mientras hablaba. Lo mío es que estudio quimioterapia y protocolos no invasivos.

Si no había término medio, alguien entre el público gritaba: “¡Oye, Jon, quién va con esa gente!”. Aquellos a quienes consideramos familiares de nuestros animales siempre son sospechosos. Si te lamentas de las décadas de vidas no humanas que perdieron la vida en el incendio de Valencia, siempre te han tenido que acusar de ningunear a la gente, como si un dolor excluyera al otro; cómo sufrir por más sufriéramos menos; cómo se acabó el amor y nos entristeció el menú. Poco después, debemos pasar por una validación moral.

Viendo las imágenes del rescate de muchas de nuestras plantas, nos hicimos amigos de nuestros animales. Un amigo que vive en un noveno se preguntaba si sería una locura comprar cuerda para bajarles por la fachada en caso de catástrofe. No es una desventaja mayor la que me perdí mientras seguía la agonizante cobertura. Habrá quien minimice nuestra angustia y también quien crea que nuestras lágrimas sean de segunda categoría, aunque nuestro dolor sea de primera.

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