Cruzar la frontera de México a Estados Unidos significa jugarse la vida. Apuntes para acabar con los abusos contra migrantes | Ideas

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Uno de cada tres migrantes sufre violencia a su paso por México, según un informe de 2019 del Instituto Nacional de Salud Pública y la Universidad Nacional Autónoma de México. Lo puso de relieve, una vez más, el hallazgo en febrero de 16 cadáveres calcinados de migrantes guatemaltecos en el Estado fronterizo de Tamaulipas —masacre en la que 12 policías estatales confesaron estar involucrados—. El secretario de Seguridad Nacional de EE UU, Alejandro Mayorkas, ha informado de que este país espera la mayor ola de migrantes de los últimos 20 años. Las autoridades han respondido con más controles, detenciones y deportaciones.

Hay una conexión entre riesgos, tráfico de personas y políticas migratorias de EE UU, afirma Tonatiuh Guillén López, excomisionado del Instituto Nacional de Migración del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. “Con la incorporación de la Guardia Nacional para contener el flujo migratorio, las personas se ven obligadas a cruzar la frontera por lugares más peligrosos con presencia de crimen organizado, lo que lleva a sucesos como las masacres de Tamaulipas”, explica Guillén, que dimitió en 2019 cuando López Obrador se comprometió a militarizar la frontera con Guatemala a cambio de que Washington no impusiera aranceles.

La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca conllevará cambios en política migratoria. La nueva Administración demócrata ha cancelado el programa Remain in Mexico (Quédate en México), por el que los solicitantes de asilo debían esperar sus audiencias en localidades fronterizas como Ciudad Juárez y Tijuana, lo que les exponía a abusos, extorsiones y secuestros. Ahora, miles de migrantes se han desplazado a la frontera, a pesar de que EE UU y México insisten en que las puertas siguen cerradas.

¿Cómo frenar los abusos contra migrantes? Genoveva Roldán, presidenta de la ONG Sin Fronteras, cree que el primer paso es tener perspectiva histórica. “México mantiene políticas migratorias contradictorias y violatorias de los derechos humanos”, dice. Es un país expulsor, afirma, que tiene a más del 10% de su población en EE UU. Hay que ir a las causas estructurales en México, EE UU y toda América Latina, subraya.

Combatir prejuicios arraigados

“A largo plazo tenemos que hablar de cambiar la estructura económica que tiene a México sometido a EE UU, porque aunque cambie el presidente de México, la relación de dominación no lo va a hacer”, afirma Alfonso Gonzáles Toribio, profesor mexicoamericano de la Universidad de California Riverside y creador de un nuevo centro de investigación especializado en temas latinos. En los próximos años, apuesta, las dinámicas pueden cambiar, puesto que EE UU ya no tiene la misma hegemonía de hace 30 años. El Centro de Estudios Latinoamericanos también pretende revisar el racismo sistémico al que se enfrentan los latinos en EE UU. La ideología de Trump, a quien, Gonzáles Toribio recuerda, votaron 70 millones de personas, venía del centro de investigación Center for Immigration Studies (CIS), fundado por el historiador Otis L. Graham y el eugenista y supremacista blanco John Tanton. La idea del pensador de derechas y politólogo de Harvard Samuel Huntington era que los latinos son “genéticamente criminales”. Esa lógica estructura las políticas antiinmigrantes y no ha desaparecido. De ahí la necesidad de abrir un diálogo entre EE UU, México y el resto de Latinoamérica.

Desarrollar el Triángulo Norte de Centroamérica

Joe Biden prometió en enero entregar 4.000 millones de dólares en ayudas a Centroamérica para frenar la migración al norte, según López Obrador. En un breve comunicado, la Casa Blanca informó que ambos mandatarios acordaron atender las “causas de raíz” de los flujos migratorios que parten de Centroamérica y cruzan México para llegar a EE UU , así como promover el desarrollo del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador). Tonatiuh Guillén López, el excomisionado de migración, no cree que el plan sirva de nada si no se modifican los objetivos de las inversiones. “Se invierte en rubros que no tienen que ver directamente con la calidad de vida de las personas”, señala.

Abandonar la lógica de la detención

Ana Cárdenas, investigadora de políticas de justicia criminal y miembro de la ONG World Justice Project (WJP), afirma que habría que abordar el problema sin una lógica de privación de libertades. Sostiene que se podría hacer un registro sin una detención, que lleva a más violaciones de derechos humanos que derivan en crisis humanitarias. “Los centros de detención son como cárceles”, manifiesta Genoveva Roldán, directora de Sin Fronteras, que apunta que, en México, a menudo, están saturados y en condiciones infrahumanas. Los migrantes “no son criminales”, dice: “La gran mayoría busca oportunidades que no encuentra en su país”. Por ello, propone, incluso, convertir los centros en albergues.

Una nueva política de drogas

La versión punitiva del consumo de drogas genera más desgracia que soluciones, sostiene Tonatiuh Guillén López. “Genera un gran mercado de drogas y saldos de muerte y violencia, y no solo corrompe a las personas, sino a Gobiernos enteros”. La socióloga Leticia Calderón Chelius concuerda en que los abusos contra migrantes están relacionados con los grupos criminales que tienen acuerdos con Gobiernos locales. Los migrantes se cruzan con estos escenarios peligrosos y violentos.

El derecho a denunciar

Legalmente, los migrantes indocumentados gozan en México de los mismos derechos que cualquier mexicano para denunciar un delito, dice Ana Cárdenas, de WJP. En 2008, en la ley de migración se especificó que no se considerará delito que una persona no tenga sus papeles en regla; justamente, para no darle un trato de delincuente. Roldán, de Sin Fronteras, apunta que es vital informar a los migrantes de sus derechos en sus países de origen.

Capacitar a la Guardia Nacional

En la Guardia Nacional, quienes llevan a cabo las detenciones tienen un adiestramiento militar, afirma Ana Cárdenas, de WJP. “No saben cómo tratar a una persona detenida. No están entrenados para eso”, afirma. Sin embargo, los índices de confianza de la población en ella son muy altos. Esto, según Genoveva Roldán, de Sin Fronteras, se debe a que la gente que vive en ciudades fronterizas con EE UU, donde hay mucha inseguridad, se siente protegida por estos cuerpos. Y el tipo de trato que dan a los migrantes contribuye a que mucha gente vea a los miembros de las caravanas como una amenaza.

Estrategia y presupuesto

La cantidad que se destina a atender a migrantes representa un 0,00004% del presupuesto del Estado, afirma Genoveva Roldán, de Sin Fronteras. Tonatiuh Guillén López añade que lo que se destina a ONG siempre ha sido poco y, con el Gobierno de López Obrador, aún menos. “Estamos en lo mínimo de lo mínimo”, afirma. “No hay una estrategia”.